"EL ORO Y EL MONTE"
Productos forestales no maderables,
una alternativa de conservación para los bosques nativos.
Los productos no maderables del bosque nativo son aquellos recursos obtenidos de los bosques que no implican la extracción de madera como troncos o leña.
Estos productos incluyen una amplia variedad de bienes y servicios que pueden aprovecharse de manera sostenible, permitiendo conservar el ecosistema y mantener su biodiversidad.
Productos como flores, frutos, semillas, raíces, hojas, resinas y subproductos como la miel, harinas, pigmentos, un sinfín de artesanías, cosméticos, la fármaco botánica y hasta el carbón pueden ser alternativas no maderables del bosque nativo
* Franco Rafael Del Rosso
Los Bosques Nativos pueden ser productivos sin necesidad de destruir los árboles, ya sea porque al recolectar ciertos productos o derivados no se causa daño a las plantas o porque sus ciclos de crecimiento y producción son más rápidos que los de la madera; por esto, bajo un manejo adecuado se pueden recuperar fácilmente después del aprovechamiento, lo que hace posible que se sigan usando de forma continua sin comprometer su conservación.
La mayor pérdida de bosques nativos en la Argentina se da por la expansión de la frontera agropecuaria, esto está muy relacionado a que las comunidades que los habitan, al no tener otras formas genuinas de ingresos económicos, se recurre al cambio en el uso del suelo para pasar del bosques a pastos o cultivos para realizar una, siempre más rentable, producción convencional. A esto hay que sumarle la centenaria actividad forestal extractiva que han soportado nuestros bosques, en el mejor de los casos selectiva, en el peor la tala raza.
Es por esto que hablar de la sostenibilidad del bosque es sin duda trabajar para facilitar el aprovechamiento de los productos forestales no maderables como una estrategia que puede contribuir a la conservación de estos ecosistemas.
Un ejemplo son las chauchas de algarroba, frutos del mítico árbol conocido en toda la región chaqueña y más allá como “algarrobo” o simplemente “el árbol” como se lo denomina en Santiago del Estero. No vamos a perdernos en cuestiones de taxonómicas y vale aclarar que hay una importante variedad de algarrobos en nuestro país, todos son de alguna forma diferentes pero todos tienen un gran potencial de uso más rentable y sostenible que usar su madera preciosa, que además se desperdicia en una muy primitiva industria forestal, aserraderos y carpinterías que dejan poco y nada en origen, porque es posible que el mueble terminado valga mucho en un negocio a miles de quilómetros de donde se salió la materia prima, pero el hachero en el obraje vive en condiciones paupérrimas y la distribución de los beneficios no es para nada justa, no es un problema de hoy, es un problema de siempre.
Los obrajeros, normalmente viven en condiciones extremadamente precarias, a menudo en campamentos aislados y sin acceso a servicios básicos. Las jornadas laborales son largas, extenuantes y mal remuneradas. A menudo, los salarios son tan bajos que los trabajadores no pueden salir del ciclo de deuda. La explotación de los bosques atrae a comunidades rurales e indígenas que buscaban empleo, pero estos trabajadores sufren explotación y desarraigo. La vida en los obrajes genera condiciones de marginalidad y exclusión para muchas familias.
Con el paso del tiempo y los cambios en la economía mundial, la explotación intensiva de los obrajes comienza a declinar. A medida que la deforestación agota los recursos y nuevas tecnologías reemplazaban la madera en ciertos procesos, la explotación de los obrajes pierde importancia económica, pero en muchos lugares de nuestra América Latina todavía se pueden observar estas duras condiciones. La historia de los obrajes es un ejemplo del impacto negativo de la explotación laboral y ambiental desmedida, y hoy se utiliza como una lección sobre la importancia de la justicia social y la sostenibilidad ambiental en el desarrollo económico.
Pero volvamos a los productos forestales no maderables que forman parte de la antítesis de todos lo anterior. Las Cauchas de algarroba han sido utilizadas como alimento por los pueblos originarios desde la antigüedad y hoy se perciben como alternativa a varios alimentos convencionales.
De la molienda de las semillas se puede hacer harina de algarroba, esta tiene hidratos de carbono como la sacarosa, la glucosa y la fructosa que le dan un aroma y sabor dulce muy característico que permite su empleo en diversas recetas con la ventaja de reducir la cantidad de azúcar adicionada.
La industria de alimentos orgánicos la está incorporando en diferentes productos, basándose no solo en sus aportes nutricionales, sino también en su origen. Es que al ser un producto del bosque nativo tiene un valor adicional ya que su comercialización es un ingreso de dinero que evita que se corten los algarrobos ya que son más rentables de pie fructificando que talados hechos tabla, además de ser un producto 100% orgánico. Si bien la repostería parece ser su zona de confort, este alimento tiene potencialidades enormes al poseer muy buena calidad nutricional y al no contener prolaminas como el trigo, avena, cebada y centeno, resulta una buena opción para la elaboración de comidas aptas para personas con enfermedad celíaca, brinda un buen contenido proteico, tiene un bajo tenor graso y, como en todos los alimentos de origen vegetal no contiene colesterol. Su aporte de fibra alimentaria (hasta un 30%), genera en el organismo un pasaje lento de la glucosa a la sangre, provocando que el aumento de la glucemia2 sea lento, beneficioso para personas con diabetes sumado a que el consumo de fibra regula y colabora con el tránsito intestinal. Esta harina se está empleando como reemplazo del chocolate ya que aporta color y aroma similares, con un menor contenido de grasas y azúcares simples.
Así como el Algarrobo hay muchas otras especies, que si bien no son tan abundantes en el monte, tienen grandes posibilidades, por ejemplo el Chañar y el Mistol son árboles nativos de regiones áridas y semiáridas de la Argentina, que tiene múltiples usos gracias a sus frutos, hojas y corteza, esto los convierte en recursos valioso para las comunidades locales.
El universo de sus aplicaciones es basto, sus frutos son comestibles, pueden hacerse harinas, bebidas, en la medicina tradicional el arrope o jarabe de chañar y de mistol son muy utilizados para tratar afecciones respiratorias se los considera expectorantes y calmante de las vías respiratorias.
Las infusiones de las hojas y la corteza también se usan para aliviar problemas digestivos, fiebre y dolores de cabeza. Los extractos de chañar y mistol se utilizan en productos cosméticos por sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, que benefician la piel y el cabello.
Tanto los frutos del algarrobo, del mistol y del chañar en épocas de escasez de alimento para el ganado, se utilizan como forraje suplementario. Para los más alegres, estos frutos macerados en agua y fermentados dan la “Aloja” que es una bebida alcohólica tradicional.
Un caso interesante también es el de la “Brea” un árbol nativo de las regiones áridas y semiáridas de América del Sur, especialmente en Argentina, Bolivia y Paraguay. Este árbol tiene varios usos en la medicina tradicional, la alimentación y la industria. Su resina o como mejor se conoce “goma brea” se ha utilizado tradicionalmente para tratar problemas respiratorios, como la tos, el asma y la bronquitis. La resina es considerada un expectorante natural y se consume en forma de infusión o jarabe, también se aplica externamente sobre la piel para tratar heridas, quemaduras y dolores musculares, gracias a sus propiedades cicatrizantes y antiinflamatorias. La “goma brea” es muy parecida a la “goma arábiga” por lo que también tiene un uso industrial, se puede también utilizar para preparar jarabes dulces y bebidas tradicionales, y en algunas regiones se añade a recetas de dulces caseros por sus propiedades medicinales y sabor particular.
Estos productos no maderables son esenciales para las comunidades locales y su recolección, cuando es regulada de forma sostenible, contribuye a la conservación del bosque al reducir la presión sobre la tala de madera.
El Carbón vegetal esta hecho de madera por lo que ponerlo como opción no maderable es bastante ilógico o por lo menos controvertido pero es posible producir carbón sin cortar árboles vivos mediante la recolección de biomasa y residuos vegetales que ya están disponibles en el ambiente. Una técnica es el uso de madera muerta y residuos de poda, se puede recolectar madera seca y ramas caídas que ya no forman parte de árboles vivos.
En muchos lugares, la madera muerta o las ramas secas se encuentran en el suelo y pueden recolectarse sin dañar el ecosistema, también es posible utilizar restos de poda o desechos de la limpieza de áreas verdes, parques y plantaciones. Algunas especies invasoras o malezas pueden utilizarse para hacer carbón. Esto tiene el doble beneficio de aprovechar un recurso no deseado y, a la vez, proteger las especies nativas al reducir la competencia por el espacio y los recursos.
Así como hablamos de la situación de los obrajes corresponde mencionar que la carbonería también se da en condiciones muy precarias, que la cadena de agregado de valor solo parece dar rédito en los últimos niveles donde se comercializa el producto, el carbón se produce hace más 100 años con una tecnología rudimentaria, básica y muy ineficiente, que contamina y además desperdicia mucha biomasa, estas son cosas que hay que cambiar para la sostenibilidad de los bosques nativos y así producir más carbón por unidad de biomasa. Lo bueno es que se está comenzando a experimentar con nuevas tecnologías y utilizando practicas más eficientes, menos contaminantes y más amigables. Aplicando prácticas sostenibles, se puede producir carbón de manera responsable, sin dañar el bosque nativo ni afectar la biodiversidad.
Posiblemente uno de los productos no maderables más reconocidos es la miel de flores de monte es un tipo de miel producida en colmenas a partir del néctar de flores silvestres que crecen en los montes o bosques nativos. Esta miel es característica de regiones como el norte de Argentina, donde las abejas liban el néctar de plantas típicas de estos ecosistemas, como el algarrobo, el chañar, el mistol, el quebracho, y otras especies de arbustos y árboles nativos.
La miel de flores de monte suele tener un sabor fuerte, complejo y un poco terroso, con toques que pueden variar según las especies de plantas predominantes en cada temporada. Su aroma también es característico, con notas herbales y florales intensas. Esta miel tiende a ser de color ámbar oscuro, aunque el tono puede variar dependiendo de la floración, tipo de plantas presentes y de las condiciones de recolección. Cuanto más oscuro sea el color, mayor suele ser su contenido en minerales y antioxidantes. La miel de flores de monte es valorada en la medicina popular por sus beneficios para la salud. Posee propiedades antimicrobianas, antiinflamatorias y antioxidantes, aplicada de forma tópica, ayuda a cicatrizar heridas menores y a prevenir infecciones, puede favorecer la digestión y es usada como remedio casero para aliviar molestias estomacales leves. Al igual que otras mieles, la miel de flores de monte contiene azúcares naturales, vitaminas (especialmente del grupo B), minerales y aminoácidos, lo que la convierte en un excelente suplemento natural. La recolección de miel de flores de monte no implica daño a las plantas, ya que las abejas realizan el proceso de polinización sin dañar el ecosistema. Además, fomenta el desarrollo de prácticas de apicultura sostenible y preserva el monte nativo al darle un valor económico sin necesidad de extraer madera. La miel de flores de monte es, en esencia, un producto de valor cultural, económico y ecológico, ya que preserva el entorno natural y beneficia la salud humana con sus propiedades naturales. Pero aclaremos una cosa, la apicultura con colmenas organizadas y controladas que usan la floración de especies silvestres para la producción de miel es enteramente sostenible, pero la extracción de miel silvestre de los panales hechos por abejas nativas en los arboles del monte muchas veces implica practicas poco convenientes, primero rompen los arboles donde están los panales y algo peor es que por lo general hacen fuego al pie para que el humo espante a las abejas y eso fuegos muchas veces son responsables de incendios forestales y de pastizales, así que hay que tener cuidado con ciertas prácticas.
Y aunque podríamos seguir con ejemplos solo voy a referirme a uno más y lo destaco por la importancia que tiene, las artesanías de los pueblos originarios reflejan una rica herencia cultural y una profunda conexión con la tierra y las tradiciones ancestrales. Estas piezas suelen ser elaboradas a mano utilizando técnicas transmitidas de generación en generación y materiales naturales propios de la región, los textiles a base de fibra de “Chaguar” (planta silvestre parecida al “agave” que crece en el estrato inferior de los bosques nativos) son una de las expresiones más distintivas y valiosas de las artesanías de los pueblos originarios del norte argentino, en la región del Gran Chaco. Estas comunidades han perfeccionado el uso del chaguar para crear tejidos que combinan funcionalidad, estética y una profunda conexión con la naturaleza. El Chaguar es una planta nativa del Chaco seco, resistente a climas extremos. Las mujeres recogen la planta del monte, ¡ojo!, hay que respetar los ciclos naturales y evitar su sobreexplotación o se corre el riesgo de volver insustentable algo que lo fue por siempre, es que a veces la demanda supera la capacidad de regeneración de la especie y sobrepasar este límite es peligroso.
La pulpa se extrae manualmente, obteniendo las fibras internas. Las fibras se lavan, se secan al sol y se tiñen con pigmentos naturales (que también son productos no maderables). Los colores provienen de tintes naturales extraídos de raíces, cortezas, frutos y hojas. Los tonos más comunes incluyen marrones, verdes, ocres, y rojizos. Los tejidos se elaboran con métodos tradicionales sin necesidad de telares, usando las manos y una herramienta de madera simple para trenzar y anudar las fibras. Predominan los patrones geométricos que representan elementos de la cosmovisión de los pueblos originarios como animales, plantas y fenómenos naturales. Fundamentalmente se usa para hacer bolsas y carteras usadas tradicionalmente para recolectar alimentos o transportar herramientas, ahora también apreciadas como accesorios modernos, cinturones y fajas, tapices, ropa y accesorios como collares y brazaletes.
El Chaguar está profundamente ligado a la identidad de los pueblos originarios. La recolección, preparación y tejido de la fibra son actividades comunitarias que fortalecen los lazos culturales y sociales. Este trabajo promueve prácticas ecológicas y un comercio justo. Hoy en día, las artesanías de Chaguar se comercializan tanto en mercados locales como en espacios internacionales, aumentando el reconocimiento de la cultura originaria de la región. Los textiles de Chaguar son más que objetos utilitarios; son un puente entre el pasado y el presente, una muestra de resiliencia y un ejemplo de cómo las tradiciones pueden adaptarse al mundo contemporáneo sin perder su esencia.
En este aspecto también hay que destacar también la cestería de “Carandillo” una expresión artesanal típica de las comunidades originarias la región del Gran Chaco y áreas cercanas. El Carandillo, también conocido como “Carandá”, es una palma nativa cuya fibra es ideal para la elaboración de diversos objetos utilitarios y decorativos. Esta técnica ancestral refleja el profundo conocimiento de los pueblos originarios sobre el entorno natural y su habilidad para transformarlo en arte funcional. Se utiliza principalmente la hoja de la palmera Carandillo, que es flexible y resiste. Las hojas se recogen de forma manual, evitando dañar el tronco de la planta para garantizar su regeneración. Se secan las hojas al sol hasta que adquieren un tono pálido.
A veces, las fibras se tiñen con pigmentos naturales, aunque también es común dejarlas en su color natural. Las técnicas de tejido que se emplean son métodos de entrelazado y trenzado manual. Los patrones geométricos y las texturas dependen de la habilidad de la artesana o artesano, así como de la funcionalidad del objeto. Por sobre todas las cosas se hacen cestas y canastos de diversos tamaños, usados tradicionalmente para recolectar alimentos, almacenar granos o transportar herramientas, sombreros especialmente útiles en el contexto rural por su capacidad para proteger del sol, además de bandejas, esteras y alfombras.
El uso del Carandillo es una práctica respetuosa con el medio ambiente, ya que los artesanos trabajan con recursos renovables y técnicas que no dañan el ecosistema. Además, esta actividad promueve el comercio justo y el empoderamiento de las comunidades rurales. La cestería de Carandillo como los textiles de Chaguar son un ejemplo brillante de cómo el conocimiento tradicional puede combinarse con las necesidades modernas, ofreciendo piezas funcionales, duraderas y llenas de historia.
En este tema las mujeres, especialmente en comunidades rurales y pueblos originarios, son la responsables de la producción de la mayoría de las artesanías, aunque la talla en madera suele ser cosa de hombres, pero las mujeres han jugado un papel crucial en la conservación de la naturaleza y el uso sostenible de los recursos naturales a lo largo de la historia, y su importancia en estos procesos sigue siendo fundamental hoy en día, han sido responsables de gestionar los recursos naturales en sus comunidades, a menudo desempeñando un papel central no solo en las artesanías sino también en las prácticas agropecuarias, la recolección de agua, la conservación del suelo y la protección de la biodiversidad. Su relación estrecha con la naturaleza y su capacidad de gestión sostenible son esenciales para garantizar un futuro más ecológico y justo.
La forma en que funcionan o se están empezando a articular las cadenas de valor de estos recursos también es ejemplo de que el manejo y aprovechamiento de los productos forestales no maderables puede realizarse bajo diferentes modelos. Uno de ellos es el comunitario, ya que buena parte de los bosques, son propiedad colectiva de comunidades originarias. Otro modelo es el de asociaciones campesinas que recolectan en sus predios o en áreas de dominio público y como grupo acopian, transforman y comercializan; también se resalta el trabajo conjunto entre el estado y comunidades locales, para que estas últimas hagan la recolección y la transformación y organismos gubernamentales ayuden y acompañen en el proceso de comercialización, la sinergia entre ambos forma una empresa social importante para el desarrollo local.
Es que sin el apoyo del estado siempre hay abuso hacia los pueblos en relación con el valor de sus productos, una problemática social, económica y cultural que refleja desigualdades históricas y persistentes. Siempre existió una infravaloración económica, intermediarios injustos, falta de reconocimiento, competencia desleal. También muchas veces por el origen de estos productos hay una falta de acceso a mercados que atrae a los oportunistas. Las comunidades enfrentan barreras como la falta de infraestructura, transporte y plataformas para vender directamente sus productos, lo que las hace depender de intermediarios que muchas veces se aprovechan de su situación. La falta de información sobre el valor real de sus productos en el mercado limita su capacidad para negociar precios justos.
El Estado debe intervenir y garantizar un comercio justo, promover iniciativas que conecten a las comunidades directamente con los compradores, garantizando los precios y una distribución equitativa de las ganancias. Es necesario establecer marcos legales que protejan los derechos de propiedad intelectual colectiva sobre sus diseños y técnicas, no solo es una cuestión económica, sino también un paso esencial hacia la justicia social y la preservación de la cultura.
La distribución equitativa de los beneficios implica que los recursos naturales se gestionen para mejorar el bienestar general de la sociedad y reducir la pobreza y la desigualdad. Esto es especialmente importante en países ricos en recursos, donde a menudo los beneficios se concentran en una minoría, mientras que las comunidades cercanas a los recursos sufren los impactos negativos, como contaminación y desplazamiento. Para una distribución justa, es esencial que las comunidades afectadas por la explotación de recursos tengan voz y voto en las decisiones sobre la extracción y el uso de estos. Esto asegura que los beneficios lleguen a quienes viven en las áreas de extracción y que se respeten sus derechos y su cultura. La equidad en la distribución también implica una gestión sostenible de los recursos, evitando la sobreexplotación y asegurando que las generaciones futuras también puedan beneficiarse. Esto significa implementar prácticas responsables que minimicen el impacto ambiental y apoyen el desarrollo económico a largo plazo.
La distribución equitativa de los beneficios de los recursos naturales es clave para el desarrollo sostenible es justicia social y una estrategia que permite aprovechar la riqueza natural sin comprometer el bienestar de la población actual ni de las generaciones futuras.
El tema es extenso, complejo y apasionante, a todo lo hablado hay que sumarle la inmensa cantidad de servicios ecosistémicos que nos brindan los bosques nativos y otros ambientes naturales, los cuales muchas veces no se cuantifican ni se pagan y sin embargo son indispensables para la vida, también deberíamos incorporar las actividades ecoturísticas y el uso sostenible de algunas especies de la fauna silvestre que pueden entenderse también como productos no maderables del bosque nativo. La distribución equitativa de los beneficios de los recursos naturales busca garantizar que los ingresos y beneficios generados a partir de la explotación de recursos naturales se distribuyan de manera justa entre todos los sectores de la sociedad. Esto promueve que tanto las comunidades locales como la población en general se beneficien de la riqueza natural, en lugar de que estos recursos beneficien solo a ciertos grupos. La sostenibilidad implica entender que el respeto y la equidad intra e intergeneracional son fundamentales para el proceso, los recursos naturales bien gestionados y manejados adecuadamente pueden ser rentables y una oportunidad legitima de desarrollo económico local y regional y por ende una herramienta valiosa en las estrategias de conservación.
Franco Rafael Del Rosso
Licenciado en Biodiverdidad, Magister en Desarrollo Sustentable, Asesor Experto en Biodiversidad Fundación Bosques Nativos Argentinos para la Biodiversidad.