CAMBIA TODO CAMBIA
Breve reseña y perspectivas sobre esta realidad global y local
El cambio climático
Uno de los mayores problemas ambientales del siglo XXI
* Franco Rafael Del Rosso
El cambio climático es uno de los problemas ambientales que más notoriedad ha tomado en los últimos tiempos a nivel mundial, llegando a convertirse en uno de los mayores desafíos para la comunidad científica y unos de los principales temas en la agenda política.
El cambio climático implica eventos extremos cada vez más frecuentes y menos predecibles, grandes inundaciones seguidas de importantes sequias, cambios en el régimen de precipitaciones y de las temperaturas extremas, todos efectos que siempre impactan en la calidad de vida, la salud y en la producción, entre otras actividades humanas, y en particular afectan más duramente a los sectores más vulnerables.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) define al cambio climático como un cambio de clima, atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables.
Desde la Revolución Industrial (segunda mitad del siglo XVIII) se han incrementado exponencialmente las actividades antrópicas vinculadas con la quema de combustibles fósiles, los procesos industriales, la generación de residuos urbanos, la agricultura, la ganadería y la deforestación. Todas estas actividades han provocado que la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera haya aumentado de manera considerable, lo cual ha reforzado el efecto invernadero natural y contribuido al calentamiento global.
El cambio climático es uno de los problemas ambientales que más notoriedad ha tomado en los últimos tiempos a nivel mundial, llegando a convertirse en uno de los mayores desafíos para la comunidad científica y unos de los principales tema en la agenda política.
Uno de los primeros tratados de relevancia sobre este tema, en el ámbito ambiental, fue el Protocolo de Montreal (1987), el objetivo del mismo fue proteger la capa de ozono mediante medidas que incluían regular la producción de sustancias que la dañaban. En el año 1992, en la Cumbre para la Tierra, se conformó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en la cual 195 países, incluidos los 33 países de América Latina y el Caribe, reconocieron que los cambios climáticos y ambientales son una preocupación común a toda la humanidad. Uno de los objetivos fue lograr la estabilización de las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero en la atmósfera, determina que ese nivel debe lograrse en un plazo adecuado, en el que el medio logre adaptarse a los cambios que se vayan produciendo en el ambiente, además de asegurar el desarrollo de la producción de alimentos y del sistema económico de manera sostenible.
Desde el año 1995, los países que conforman la CMNUCC se reúnen anualmente en las denominadas Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), para rever y discutir las directrices establecidas en dicho ámbito. Las COP de los años 1997 y 2015 dieron como resultado el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París, respectivamente, que representan los ejes sobre los cuales actualmente se desarrollan las políticas climáticas a nivel global. El Protocolo de Kyoto hizo hincapié en comprometer a los firmantes a implementar principalmente acciones de mitigación, estableció que las partes se comprometen de manera conjunta o individual a reducir las emisiones de GEI atribuibles a la acción humana, en la medida que le corresponda a cada una de las ellas, diferenciando a los países desarrollados de los países en vías de desarrollo, el Acuerdo de París busca mantener el aumento de la temperatura media anual mundial muy por debajo de 2°C respecto al período preindustrial, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C, reconociendo que con esto se reducirían considerablemente los efectos y consecuencias del cambio climático, además establece que cada Parte debe desarrollar y presentar una Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), en donde se comuniquen los compromisos de cada país para disminuir las emisiones de GEI, y las líneas de acción para lograrlos, ello tendiente a alcanzar carbono neutralidad para el año 2050.
Son los países centrales los que imponen la agenda ambiental y son ellos los primeros que no cumplen los compromisos que asumen (si es que los asumen) y pretenden que los países emergentes y las regiones en vías de desarrollo afronten los costos ambientales provocados por el uso indiscriminados de los recursos y la contaminación que provocan las grandes potencias industriales del mundo. La mirada climática se encuentra ya desde hace muchos años en las políticas ambientales de los países subdesarrollados, como reza el poema de Borgues, no nos une el amor sino el espanto.
La República Argentina ratificó oportunamente la CMNUCC sobre el Cambio Climático, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París con la Ley 24.295, Ley 25.438 y Ley 27.270, respectivamente. Al hacerlo, se comprometió a cumplir ciertas obligaciones, informar sus inventarios nacionales de GEI, programas nacionales que contengan medidas para mitigar y facilitar la adecuada adaptación al cambio climático, como así también cualquier otra información relevante para el logro del objetivo de la CMNUCC, contradictoriamente las grandes potencias mundiales no ratifican estos tratados y parecen desconocer sus obligaciones.
En consonancia con la Ley 25.675 “Ley General del Ambiente”, Argentina promulgó en el año 2019 la Ley 27.520 “Ley de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global” y su decreto reglamentario 1030/20. Esta ley reglamenta los compromisos asumidos internacionalmente y promueve acciones y herramientas para que se lleven a cabo las estrategias de adaptación y mitigación en todo el territorio de la República, atendiendo a las obligaciones comunes pero diferenciadas a nivel internacional, como así también a la transversalidad de las políticas de estado, haciendo hincapié en las comunidades y sectores sociales más vulnerables.
Dicha ley institucionaliza el Gabinete Nacional de Cambio Climático (GNCC), que es el órgano encargado de consensuar y elaborar el diseño de las políticas de adaptación y mitigación al cambio climático. Además, estipula la elaboración del Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático (PNAyMCC), el cual se define como el conjunto de estrategias, medidas, políticas e instrumentos desarrollados para dar cumplimiento a los objetivos de la ley mencionada. El objetivo del GNCC es diseñar políticas públicas coherentes, consensuadas y con una mirada estratégica para reducir las emisiones de GEI y generar respuestas coordinadas para la adaptación a los impactos del cambio climático. Asimismo, promueve el fortalecimiento de capacidades y la concientización de la sociedad en la materia. Su labor técnica se organiza en mesas sectoriales, por ejemplo, Energía, Transporte, Agro y Bosques, Industria, Salud e Infraestructura; y mesas en las cuales se trabajan medidas transversales tales como Gestión del riesgo, Género, Transición justa, Integridad socioambiental.
Ahora, hay quienes piensan que no hay un cambio climático, que es un invento de grupos ambientalistas extremos, que todo obedece a los ciclos de la naturaleza, es común escuchar argumentos como “siempre hubo inundaciones”, “calor hizo siempre”, “las sequias son normales”, claro, pero no es solo la manifestación del evento lo que define el desequilibrio global, el cambio climático implica eventos extremos cada vez más frecuentes y menos predecibles, grandes inundaciones seguidas de importantes sequias, cambios en el régimen de precipitaciones y de las temperaturas extremas, todos efectos que siempre impactan en la salud, la producción y otras actividades humanas, y en particular sobre los sectores más vulnerables. Lo eventos no son desconocidos, pero los ciclos han cambiado, la magnitud, la frecuencia, la duración y todo está probado científicamente.
Dos conceptos importantes surgen con el tratamiento de este tema, uno es el de adaptación que implica el proceso de ajuste al clima real o proyectado y sus efectos, a fin de moderar los daños o aprovechar las oportunidades beneficiosas. En los sistemas naturales, el proceso de adaptación conlleva el ajuste al clima real y sus efectos; la intervención humana puede facilitar el ajuste al clima proyectado y sus consecuencias. El otro concepto fundamental es el de mitigación que involucra la Intervención del hombre destinada a reducir las emisiones o mejorar los sumideros de gases de efecto invernadero.
Países como Argentina seguramente no son responsables del cambio climático, pero aun así debe afrontar sus consecuencias, ya que son efectos globales, la acción climática debe centrarse en nuestro objetivo de poner, sin duda, mucho más énfasis en la agenda de adaptación que en la de mitigación, ya que no somos grandes emisores de GEI.
La biodiversidad es algo que se ha puesto siempre en valor, somos uno de los principales proveedores de servicios ecosistémicos, nuestros bosques, pastizales y humedales, contrarrestan los efectos del cambio climático. Este contexto nos convierte en el plano mundial (dada la cantidad de hectáreas conservadas) en acreedores ambientales, aspecto que debe ser usado como instrumento para solucionar los problemas de las desigualdades y la pobreza, ya que gran parte de estos tienen que ver con la pérdida de biodiversidad y con los efectos del cambio climático.
Constantemente suenan posibles medidas paraarancelarias relacionadas con el ajuste de carbono y con productos libres de deforestación, pero la agenda del cambio climático no puede transformarse en una excusa en los países centrales para postergar nuestro desarrollo y la palabra clave en todo esto es «sostenibilidad» que se logra con gestión y manejo de nuestros recursos naturales que involucran el ordenamiento territorial, la diversificación productiva, las buenas prácticas y el estricto control del cumplimiento de la normas que protegen la naturaleza y el ambiente del que somos parte integrante.
No hay que ser pesimista, pero la actualidad se muestra sombría, los países que menos contaminan son los que suscriben todos los acuerdos, los que más hacen o por lo menos muestran más preocupación y en cambio las grandes potencias industriales lo desconocen. Hay líderes mundiales con injerencia en las economías más prosperas del planeta que no aceptan el cambio climático, por supuesto, lo hacen desde la más perversa estrategia de no reconocer su responsabilidad en los procesos productivos devastadores con los que forjaron su riqueza y que nos llevaron a esta situación, reconocer el cambio climático es reconocer el daño que ocasiona y la responsabilidad que conlleva. Pero también hay líderes de países emergentes, subdesarrollados o en vías de desarrollo que niegan el cambio climático, estos se basa por un lado en la más absoluta y repugnante obsecuencia hacia los países poderosos, nosotros debemos soportar el impacto ambiental de las grandes potencias, pero también negar el cambio climático termina siendo un tema meramente económico financiero ya que reconocer el cambio climático implica reconocer la necesidad de invertir en acciones de adaptación y mitigación a este nuevo escenario ambiental y que son indispensables para el desarrollo de las economías regionales, inversión que obviamente no quieren hacer.
Normalmente solo hablamos de los cambios en el ambiente inmersos en la hostilidad climática del universo meteorológico, pero en la actualidad implica muchos más factores determinantes, algunos de los cuales pueden ser acumulativos o sinérgicos, por ejemplo, la degradación del suelo con la consiguiente pérdida de capacidad productiva, se enlaza con el pasaje de la vida rural a la vida urbana, al crecimiento exponencial de la población urbana y todos los problemas que acarrea.
Las claves de la solución se orientan a partir de ciudades sustentables, la reconversión industrial con más tecnología, más eficientes en el uso de los recursos y menos contaminantes, la descarbonización de la producción, el manejo holístico y regenerativo, diversificación de la matriz energética para disminuir el uso de combustibles fósiles, el manejo de los recurso hídricos, la forestación y reforestación, la conservación de la biodiversidad, el pago por servicios ecosistémicos y cambios en los hábitos de consumo, parecen ser, entre otra estrategias, caminos válidos para afrontar este desafío.
Sin duda para este problema aplica la famosa frase “pensar globalmente y actuar localmente” labor que debería llevarse a cabo mediante un enfoque que sea participativo y transparente, basarse e inspirarse en la mejor información científica disponible, en los conocimientos tradicionales, los conocimientos de los pueblos originarios y los sistemas de conocimientos locales, que se contemplen cuestiones de género, comunidades y ecosistemas vulnerables.
Los países más desarrollados deberían aportar al fomento de capacidades para mejorar las competencias de los países en desarrollo y facilitar el desarrollo, la difusión y el despliegue de tecnología, como también el acceso a financiación para el clima.
Por último, pero no menos importante, los aspectos pertinentes a la educación, formación y sensibilización como también la comunicación de la información de darse de forma transparente, oportuna y exacta.
Queda claro que las responsabilidades son comunes pero diferenciadas, que el cambio climático es una realidad que no hay como negar y que afrontar sus consecuencias con previsión y responsabilidad sería lo mejor, al final de cuentas el mundo es uno solo.
Franco Rafael Del Rosso
Licenciado en Biodiverdidad, Magister en Desarrollo Sustentable, Asesor Experto en Biodiversidad Fundación Bosques Nativos Argentinos para la Biodiversidad.